Autonomía del paciente, el derecho a participar en las decisiones sobre tu salud
A raíz de la actualización del juramento hipocrático hace unos años, me gustaría hablar sobre un tema cada vez más en boga, la autonomía del paciente o el derecho a decidir sobre su propia salud.
Aunque parezca algo muy obvio, el derecho a decidir sobre nuestra salud es algo bastante moderno, ya que hasta no hace tanto, la actitud a la hora de ejercer la medicina era muy paternalista; siendo el médico quien decidía de manera unilateral y completa sobre la salud de sus pacientes, en muchos casos sin tan siquiera tener su opinión en cuenta.
Hoy en día, el paternalismo médico está muy superado, al menos en teoría. A lo largo de nuestra formación se nos hace mucho hincapié en principios éticos fundamentales como el de la autonomía del paciente, una auténtica norma de la ética médica, que ha traspasado hasta el control legal a través de mecanismos como el del consentimiento informado.
Sin embargo, esta superación teórica no se manifiesta en muchos casos durante la práctica diaria de la medicina. Muchas veces los médicos la ignoran de forma consciente, considerando de forma verdaderamente paternalista que como el mejor formado en medicina es el profesional, es por tanto, él quien debe tomar las decisiones; considerando cualquier apunte o réplica por parte del paciente como una falta de respeto hacia su persona. Como ejemplo, este cartel colgado en la puerta de la consulta de un médico italiano, que ha corrido como la pólvora entre grupos de médicos en diversos programas de mensajería y en el que el profesional escribe: “Aquellos que ya se han diagnosticado en Google, pero quieren una segunda opinión, revisen Yahoo“. Esta actitud es un claro ejemplo de cómo algunos compañeros se molestan cuando el paciente quiere ser parte activa de su enfermedad, cuando en la consulta preguntan sobre cosas que leyeron, a veces acertadamente y otras de forma equivocada.
¿Por qué tener esa actitud y molestarse? Seguramente porque el médico se siente intimidado o inseguro ante un paciente bien informado y si no es así, debería revisar el profesional el origen de esa molestia. No hay nada que temer frente a un paciente informado a través de internet o incluso otras personas o compañeros. Si la información que tiene no es correcta, siempre podemos aclarar de forma amable sus dudas y nuestros razonamientos, haciéndolos partícipes de nuestros diagnósticos o tratamientos.
Quiero creer que en la mayoría de los casos estas actitudes paternalistas, actuando muchas veces a la defensiva, son inconscientes. Yo reconozco que hasta que no fui paciente anónima no me di cuenta de ciertos comentarios fuera de lugar, de la importancia de escuchar las expectativas de nuestros pacientes, o incluso la validez de ir en contra del criterio médico, siempre que se haga desde una perspectiva bien informada. Los médicos no tenemos derecho a que nos de la pataleta solo porque los pacientes no nos hacen caso. No tenemos derecho a tratar de forma irrespetuosa a alguien por no hacer lo que pensamos que es mejor para él, muchas veces incluso, moviéndonos en un nivel de incertidumbre o riesgo/beneficio muy alto.
Como digo, esto lo he tenido que vivir como paciente, tomar decisiones razonadas sobre la propia salud, desde el correcto contraste de información (sí, muchas veces información fundamentada en artículos o estudios publicados en Internet, que también es una magnífica herramienta para encontrar y contrastar datos, siempre que se sepan filtrar), manifestarlas y que te riñan; discutir con el médico, pasar un mal trago, sentirse mal y aún así mantenerse firme ante la presión. Por suerte, y estos son los más, también he encontrado compañeros maravillosos, que aún no sabiendo que yo también era médico, respetaron mis decisiones, explicándome sin resquemor los riesgos y apoyándome una vez tomada la decisión, muchas veces poco alineada con su criterio.
Personalmente, en consulta, siempre tengo la autonomía del paciente muy presente e intento ofrecer alternativas para que pueda elegir en lo posible. Quiero que quede claro que respetar la autonomía de un paciente es muy diferente a realizar un tratamiento o un procedimiento que no está indicado sólo porque el paciente lo desea, eso sería mala praxis. Incluso en el caso de las personas que desean llevar a cabo procedimientos estéticos, siendo la estética algo muy subjetivo, tengo mis propios límites que si el paciente desea traspasar, me parece correcto, pero no de mi mano. Igual que el paciente tiene su autonomía, también la tiene el médico a la hora de aceptar o negar el tratamiento a un paciente, especialmente cuando la vida no se encuentra comprometida de forma inminente. Si nos encontramos frente a varias opciones respecto a los tratamientos, cuando caminamos sobre una línea gris (lo que es habitual, ya que en la profesión médica existe mucha incertidumbre), intento que sea el paciente quien tome una decisión con mi asesoramiento y consejo, pero sin tomarla yo por él.
Para terminar el artículo, me gustaría hacer un llamamiento al respeto mutuo y también recordar a todo el mundo que el último responsable sobre su cuerpo y salud es uno mismo.